Comentario
En los palacios micénicos se han conservado los restos de la última pintura mural producida por la Grecia primitiva. No se volverá a ver este arte hasta el siglo IV, con la pintura helenística, aunque sepamos que hubo también una pintura floreciente en el período clásico y de la que únicamente restan descripciones literarias. La pintura micénica es la más antigua que conocemos en la Grecia continental, al margen de los escasos precedentes del Heládico Antiguo, la Casa de las Tejas de Lerna, por ejemplo, donde las pinturas aplicadas a las paredes son lisas y de un solo color.
Los primeros frescos provienen del llamado Palacio de Cadmo, en Tebas, y algún fragmento, del palacio más antiguo de Tirinto, fechados ambos hacia 1400. En ellos aparecen procesiones de mujeres de tamaño natural (unos 1,60 m de altura), las más minoicas entre todas las pinturas micénicas.
La técnica pictórica es la misma que en Creta, el estuco pintado al fresco, con colores intensos: blanco, amarillo, rojo, azul y negro, huyendo de las tonalidades suaves y grisáceas. En el continente se aprecia una mayor dureza a la hora de marcar los perfiles de las figuras y los colores aparecen conjuntados de un modo más burdo, hiriente a los ojos en ocasiones.
Los repertorios de temas y el estilo están influidos claramente por el arte minoico, aunque se ampliaron con motivos y estilos nuevos, típicos del continente.
A los conocidos temas de las procesiones de oferentes, juegos de toros, frisos de animales, plantas, flores y motivos abstractos, se suman otros propiamente micénicos y prácticamente desconocidos en Creta: escenas de guerra y de caza, desfiles de carros, motivos geométricos, animales heráldicos, etc.
Hay una clara preferencia por los temas de acción o de desfiles procesionales, más que por las ceremonias de culto o las vistas de la naturaleza, tan socorridas en los palacios minoicos. De éstos se tomaron, sin embargo, los desfiles, dándoles una mayor trascendencia, quizás en homenaje al príncipe, al modo oriental o egipcio. Las figuras son casi exclusivamente femeninas, vestidas con los largos vestidos cretenses de volantes y chaquetas con mangas cortas, ajustadas y abiertas, mostrando abultados senos. Los peinados son más aparatosos que en Creta, con sus muchos aderezos de cintas y diademas. Los personajes van descalzos, caminando de perfil y con píxides y ramos florales en las manos.
En las escenas de caza o de guerra es manifiesta la afición a los enormes lebreles y los caballos blancos y rojos, al modo egipcio, o a los jabalíes amarillos, armados de poderosos colmillos, como verdaderas lanzas. Se prefiere el detalle de las armas y de las piezas de un carro, al tratamiento minucioso de la contextura anatómica de las figuras, muy someras siempre en su expresión. Los fondos son de colores planos, aunque en algunos casos también se dividen en bandas de colores contrastados.
A diferencia de la pintura minoica, los micénicos encuadran las escenas pintadas en marcos pulcramente trazados, verticales y horizontales, compuestos de bandas decoradas con espirales enlazadas u otros motivos geométricos. Cabe también toparse con frisos de temas repetidos, por ejemplo argonautas con los tentáculos dispuestos en la misma dirección. En general, la figura humana adopta una postura rígida, muy estereotipada. La composición revela, pues, la presión ejercida por el gusto geometrizante del micénico sobre un estilo que debe mucho a la herencia minoica. Se ve ésta sometida a unas pautas rítmicas y ordenadas, muy alejadas de las preferencias cretenses. Este carácter ha sido calificado con el epíteto tectónico, por oposición a la visión pictórica que preside la composición minoica.
Los conjuntos de pinturas más importantes han aparecido en los palacios de Tebas, Tirinto, Micenas y Pilos, además de algunos restos procedentes de Orcómenos y Gla. Además de los citados temas cinegéticos (cacería de los jabalíes de Tirinto, por ejemplo), procesionales (damas oferentes de Tebas o de Tirinto, damas en un carro de Tirinto), o de guerra (las interesantes escenas de Pilos, en las que los guerreros micénicos luchan con bárbaros vestidos con pieles y armados sólo de lanzas y espadas) hay que contar con otros vasos. Entre éstos, destacan una taurokathapsía de Tirinto, algo congelada si se compara con su precedente minoico, las damas danzantes o las escenas de banquete en Micenas, o la tan conocida escena del palacio de Pilos en la que, en un enorme mural, un tañedor de lira vestido a la minoica está sentado en una roca de colores fantásticos; delante de él, en primer término, vuela una enorme ave cresteada y más allá, dos gigantescos leones respaldan a unos grifos que flanquean el sitial del príncipe, como en el Salón del Trono de Cnosós.
Muchos fragmentos de frescos proporcionan abundantes datos acerca de fachadas arquitectónicas rematadas por esfinges afrontadas, muebles, armas, etc. El grupo más numeroso de frescos y temas varios representados procede de Pilos, donde se han conservado restos de dos momentos distintos, uno de hacia 1300 y otro, contemporáneo del momento de la destrucción del palacio, debida al incendio definitivo del siglo XII.